A
día de hoy se sigue sin conocer la causa que
produce la pérdida neuronal en la EP. Se cree que la causa de la enfermedad se
debe a una combinación de factores
genéticos y medioambientales que pueden variar de una persona a
otra.
Los
principales factores implicados en el desarrollo de la enfermedad son:
ENVEJECIMIENTO
La
edad se ha demostrado como un claro factor de riesgo de la EP, siendo la edad media
al diagnóstico en torno a los 55-60 años. De este modo la prevalencia de la
enfermedad aumenta exponencialmente a partir de la sexta década de la vida.
Cuando
la EP comienza por debajo de los 50 años se conoce como forma
de inicio temprano o precoz. En casos muy raros, los síntomas
parkinsonianos pueden aparecer antes de los 20 años, conociéndose como parkinsonismo
juvenil.
FACTORES
GENÉTICOS
La
herencia familiar juega un factor muy importante. Se estima que entre el 15 y
25% de las personas con EP tiene algún pariente con la enfermedad.
Las
formas familiares de párkinson representan sólo un 5-10% de todos los casos, y son
varios los genes que han sido ligados a la EP.
No
obstante, el 90% de los casos con
EP son formas esporádicas,
es decir, no se
deben a una alteración genética concreta.
FACTORES
AMBIENTALES
El
papel del entorno y sus posibles toxinas en el desarrollo de la EP ha sido ampliamente
estudiado con hallazgos diversos.
Determinadas
sustancias químicas tóxicas como
pesticidas pueden producir síntomas parkinsonianos. Factores
físicos como el traumatismo craneal
también se han relacionado con el riesgo de desarrollar EP en edades avanzadas.
La
idea general es que el desarrollo de la enfermedad se debe a la interacción de
diferentes factores del entorno (todavía no conocidos con exactitud) en
pacientes genéticamente predispuestos (susceptibilidad genética).
DIAGNÓSTICO
El
diagnóstico de párkinson sigue siendo a día de hoy un diagnóstico
clínico, es decir, se realiza en base a
la historia clínica y exploración física y neurológica del paciente, la
presencia de determinados síntomas (previamente revisados), y la ausencia de otros.
El
neurólogo se puede apoyar en pruebas complementarias para confirmar el diagnóstico.
Esas
pruebas pueden ser:
* Análisis de
laboratorio.
* Pruebas de imagen cerebral:
como el escáner cerebral (TAC) o la resonancia magnética (RMN). Estas pruebas
no nos van a dar el diagnóstico de párkinson, pero nos ayudan a excluir otras
enfermedades que pueden provocar síntomas parecidos al párkinson.
*
Pruebas de neuroimagen funcional:
la tomografía por emisión de positrones (SPECT con determinados trazadores)
puede ayudar a confirmar el diagnóstico de EP y diferenciarlo de otras
entidades como el temblor esencial o el parkinsonismo inducido por fármacos,
vascular o psicógeno.
*
Pruebas neurofisiológicas:
en ocasiones se puede recurrir a un estudio de electromiografía para determinar
con exactitud el tipo de temblor.
Es
importante distinguir la EP de otras enfermedades o síndromes que pueden tener síntomas
parecidos, ya que la respuesta al tratamiento y la evolución pueden ser diferentes.
Hablamos de parkinsonismos tales como la parálisis supranuclear progresiva, atrofia
multisistémica o enfermedad por cuerpos de Lewy difusos. También hay otros
parkinsonismos no degenerativos, como el parkinsonismo farmacológico y el
parkinsonismo vascular.
El
diagnóstico de la EP será apoyado por la buena respuesta del paciente a la
medicación antiparkinsoniana y por la evolución esperable del cuadro clínico a
lo largo de los años. Por tanto, el diagnóstico realizado se revaluará
periódicamente por el neurólogo.
Es
conveniente que a los primeros síntomas o signos del párkinson se acuda al médico
para realizar un diagnóstico adecuado e iniciar el tratamiento.
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