El autobús de Zambrano partió de Jerez
alrededor de las nueve. La Asociación de Familiares y Enfermos de Parkinson de Jerez
afrontaba el domingo con sonoro entusiasmo. Cincuenta y tantos pasajeros, al
encuentro de la Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Jerez, que hacía
en dos jornadas, sábado 15 y domingo 16, su camino a pie por Doñana hasta El
Rocío.
Entre sevillanas y villancicos,
discurrió la ida que duró poco más que un suspiro. En todo momento la Hermandad
del Rocío estuvo pendiente de nosotros, poniendo a la disposición sus vehículos
de apoyo y autorizando incluso al autobús, con la venia de los Guardas del
Coto, a “pisar” la Estación de Anillamiento de Manecorro, punta de lanza de la
tercera noche de pernocta de Jerez, paraje conocido como La Canaliega, lugar de
la cita. Pero no hizo falta.
Fueron doscientos metros de arenales.
Para algunos un paseo, para otros una proeza, pero todos llegaron al círculo
humano que marcaba el enclave de la Misa de Romeros. Las sillas de playa eran
los bancos y las dunas los reclinatorios. La celebración, emotivamente cantada,
fue oficiada por el director espiritual Fray José Gil, a quien hay que
agradecer sus cariñosas menciones a la presencia de la familia de Parkinson Jerez.
Durante la Eucaristía nuestro tesorero, José Ramón Martín, intervino como
acólito y ministro extraordinario de la Sagrada Comunión.
Allí estaba el hermano mayor de la
Hermandad del Rocío jerezana, Isaac Camacho, con su Junta de Gobierno y allí
estaba la alcaldesa de Jerez, María José García-Pelayo, acompañada de varios
delegados municipales. Y allí estábamos nosotros, Familiares, Enfermos y Amigos
de Parkinson Jerez, estrechando lazos fraternos con los peregrinos del cordón
morado, en la Misa de Romeros, rezando el Padrenuestro mientras el sol
anunciaba las dos de la tarde.
Cada uno con sus creencias, libremente
unidos frente a un retablo de pinares, antes de la Salve a la Madre del Rocío, nuestra
presidenta, Mari Carmen Martín, entregó un cuadro conmemorativo al hermano
mayor, en recuerdo de ese día imborrable.
Y al término de la Misa, partimos con la
comitiva rociera, siguiendo el Banderín de Marcha, recorriendo la senda que Jerez
hace cada Sábado de Romería. De ese modo pudimos comprobar cómo estallan los
cohetes de la emoción y el júbilo al divisar a lo lejos la Ermita de Esa Blanca
Paloma, con la ilusión de llegar hasta su reja, para siempre darle las gracias
y pedirle por nuestras familias y por los que no pudieron acompañarnos.
Después, todo fue alegría y buenas
viandas en la Casa Hermandad de Jerez, con ese ambiente único de patio de
vecinos, en el que el verbo compartir se conjuga en todos sus tiempos.
Las cinco de la tarde era la hora
prevista para el regreso y lo mejor de todo fue que al llegar de nuevo a Jerez,
bajamos del autobús preguntando… Y la próxima ¿cuándo?
No hay señal más indudable de una
jornada bien vivida y mejor acabada.
Salud y Suerte.
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